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Arte Popular

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Milagros Socorro

La semana pasada estuve en el American Folk Art Museum (Museo del arte popular de los Estados Unidos), dedicado al arte tradicional de ese país, así como a la obra de artistas internacionales autodidactas. Está en Nueva York. Y por esta época tiene una exposición de quilts (colchas de retazos).

Entre las piezas de la exposición permanente del museo, fundado en 1961, destaca una inmensa veleta hecha en cobre moldeado, en 1890, que representa al legendario Tammany, cacique de los indios Delaware. Esta obra, de autor desconocido, está siempre en el salón principal del museo. Y, a su lado, el curador puso una fotografía donde puede verse al indio de cobre pintado en color crema, instalado en lo alto de una torre neoyorquina donde indicaba la dirección de los vientos. Es, de hecho, la veleta más grande en la historia de los Estados Unidos. Una obra muy bella e impresionante.

Estábamos, pues, haciendo maromas para tomar una fotografía donde aparecieran el indio monumental y el marido. “Muévete un poquito más a la derecha”. “Ponte como de perfil, para que se vea la imagen del edificio donde estaba…”. Como no había ningún otro espectador a aquel momento, no había necesidad de hablar en susurros.

De pronto, vimos acercarse al vigilante del museo. Qué norma estaríamos infringiendo. La cámara se me congeló en las manos como esas orquídeas que vienen en cajitas de plástico transparente.

–¿Venezolanos, verdad?

–Ay, carajo –pensé- reprendidos por inciviles y, encima, arrastrando el gentilicio.

–Ssssí –balbuceamos.

–Ah –dijo triunfante el vigilante, un hombre altísimo, que se bamboleaba como una palmera-. Lo supe porque hablan igualito a Oscar d’León.

Ese mismo día había leído una nota de prensa que aludía a la molestia que había producido la participación del gran sonero en la Feria Internacional de Turismo de Venezuela (Fitven), uno de los eventos más ostentosos del régimen (y tan mentiroso y fallido como los otros); que en esta ocasión estaba bajo la responsabilidad del ministro de Turismo, Andrés Izarra, conocido por las carcajadas con que glosó las cifras de muerte por violencia en Venezuela, al ser entrevistado por CNN. Un personaje poco respetable y un evento propagandístico en nada vinculado con la realidad (de un país que los turistas evitan por peligroso e inestable).

Me había sorprendido la innecesaria grosería con que el habitualmente encantador D’León había respondido los señalamientos. Escribió en su cuenta en Twitter: “Los que me han criticado mi participación en el FITVEN 2013 en Mérida. Les agradezco que no me sigan”. “Siempre apoyaré las cosas buenas que se hagan en mi país. Vengan de donde vengan. Critica menos y trabaja más por nuestro país”. “He llegado a donde he llegado por mi talento y mi equipo. Tus críticas me tienen sin cuidado. Todo el que solo sabe criticar es un infeliz”.

No se detuvo el genial músico a preguntarse si quienes desaprobaron su actuación (que fue percibirda como un apoyo al régimen autoritario y corrupto que ha destrozado la economía de Venezuela y degradado su institucionalidad) se limitan a criticar y no hacen nada por el país.

Olvidó el gran artista el desvelo y ternura con que el país siguió las incidencias del accidente que hace poco tuvo en Miami. Desestimó el hecho de que toda carrera pública está sometida al escrutinio, así como por décadas ha flotado en la aclamación colectiva.

El guardia del museo es dominicano. Nació en el barrio Consuelo, de Santo Domingo. Se llama Bienvenido Medina. Tiene 59 años, 24 de ellos en los Estados Unidos. El año que viene completará un cuarto de siglo en el museo, de manera que está cercano a la jubilación. Al pedirle que señale el que considera el mejor quilt de la muestra, va directo a una pieza del siglo XIX. Sabe mucho de arte popular.

–Mi artista favorito es Oscar D’León -dice con voz muy ronca y muy suave, tersada quizá por los años de celador de museo-. Favorito entre todos, incluidos los dominicanos. En realidad, Oscar D’Leon parece dominicano.

–Pero es venezolano –me encuentro puntualizando, entre agradecida y firme.

Voy a despedirme de Bienvenido y lo abrazo. Su reconocimiento al de Antímano me ha emocionado.

Pienso que eso es lo que importa, el cariño que Oscar D’León ha atraído al país y que nosotros estamos disfrutando en ese momento.

Decido no pensar más en las severas críticas que, según me han contado, él mismo hace, en privado, al régimen que tanto daño le ha hecho a Venezuela.

 

Publicado en El Carabobeño, el 06 de noviembre de 2013

 

 


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